Coaching y el sentido de la vida.
- OSCAR PORTALES
- 16 may
- 3 Min. de lectura
Todos, en algún momento, nos hemos hecho la gran pregunta: ¿Para qué estoy aquí? ¿Por qué sigo adelante? A veces la respuesta es clara. Otras veces, apenas se dibuja como un susurro entre la rutina o el cansancio. Pero incluso cuando no la vemos, sigue ahí: una motivación, un impulso vital, algo que nos sostiene.

Hoy te comparto 10 motivos profundamente humanos y psicológicamente nutritivos que dan sentido a la existencia. No son ideas abstractas, sino fuerzas reales que podemos cultivar, descubrir o incluso recuperar cuando sentimos que la brújula se desorienta.
1. Tener un propósito claro.
Las personas que sienten que su vida tiene un sentido concreto, ya sea cuidar a alguien, desarrollar un proyecto, aprender algo o transformar su entorno, caminan con otro ritmo. Un propósito es como un faro: no evita las tormentas, pero ayuda a no perder el norte. No tiene que ser grandioso. A veces basta con saber por qué vale la pena levantarse mañana.
2. Amar y ser amados.
El amor, en sus múltiples formas, es uno de los motivos más universales. Amar a un hijo, a una pareja, a un amigo, o incluso a una comunidad o causa, da sentido a la vida de una manera visceral. No es solo un ideal romántico: el vínculo humano es el mayor factor protector ante la desesperanza. Nos recuerda que no estamos solos.
3. Crecer y superarse.
La vida nos empuja, a veces con suavidad, otras con dureza, a evolucionar. Y muchas personas viven para eso: para sanar, para comprenderse, para romper patrones, para convertirse en alguien más auténtico. Este deseo no siempre es fácil, pero es profundamente liberador. La sensación de avanzar, de no estancarse, de aprender de lo vivido, es combustible emocional.
4. Contribuir al bienestar de otros.
Hay quienes viven para dar. No desde el sacrificio ciego, sino desde una profunda conexión con el dolor ajeno y la voluntad de aliviarlo. Ya sea a través de una vocación, un activismo, o pequeños gestos cotidianos, ayudar a otros transforma el dolor propio en algo útil. Cuando uno siente que su existencia mejora la vida de otro, incluso un poco, aparece un tipo de felicidad que nada más puede igualar.
5. Tener una vida espiritual o una fe profunda.
No todos creen en lo mismo, pero la mayoría de las personas cree en algo. Una fuerza, una divinidad, un orden invisible, una conciencia mayor. La espiritualidad no tiene por qué ser religiosa. A veces es la sensación de que todo está conectado. O de que lo que hacemos importa más allá del momento. Esta creencia puede sostener cuando todo lo demás se cae. Da consuelo, humildad y paz interior.

6. Explorar, aprender, comprender.
Hay personas que viven por la curiosidad. Que se sienten vivas cuando entienden algo nuevo, descubren un rincón desconocido, o ven el mundo con otros ojos. Este impulso no es solo intelectual: es emocionalmente vitalizante. Nos saca de la monotonía, nos abre al asombro. Aprender no es acumular datos, es sentir que el mundo aún tiene misterios por ofrecer.
7. Expresarse con autenticidad.
Vivir es también decir: esto soy yo. A veces con palabras, otras con arte, música, danza, escritura o simplemente decisiones. La expresión auténtica no necesita aplausos; necesita espacio. Crear algo desde uno mismo es una forma de afirmarse frente a la nada. Es un acto profundamente vital. Incluso cuando nadie más lo ve.
8. Disfrutar el simple hecho de estar vivos.
Hay momentos en los que, sin previo aviso, sentimos algo parecido a la plenitud. Una risa sincera, una comida deliciosa, el sol en la piel, el olor de la lluvia. Esos instantes no “sirven para nada”, y sin embargo, lo cambian todo. Vivir por el gozo de existir no es superficial. Es un arte. Uno que muchos hemos olvidado, pero que podemos reaprender.
9. Creer en un futuro mejor.
La esperanza no es ingenua. Es rebelde. Seguir creyendo que algo puede mejorar, incluso después de las decepciones, es un acto de valentía. Muchas personas siguen adelante no porque todo esté bien, sino porque confían en que puede estarlo. La esperanza no niega la oscuridad: la desafía.
10. Trascender.
Trascender no es solo dejar un legado público. A veces es dejar una huella en alguien. O en una historia. O en una idea. Las personas que viven con la conciencia de que su vida tiene impacto más allá de sí mismas suelen sentir mayor plenitud. Saben que no se trata solo de durar, sino de dejar algo que valga.

No todos vivimos por los mismos motivos, ni todo el tiempo. Pero estos diez impulsos, cuando están presentes, aunque sea en forma de semilla, pueden sostenernos, sanarnos y transformarnos. Si alguna vez sientes que has perdido el sentido, no significa que no exista. Solo que tal vez esté esperando a ser redescubierto.
La vida no siempre es clara, ni justa, ni fácil. Pero aún así, sigue teniendo sentido para muchos. Tal vez lo tenga también para ti.



