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Coaching y las emociones. El miedo.

Hace unas semanas, mientras hablaba con uno de mis clientes en el transcurso de una sesión, llegué a la conclusión de que una misma emoción se hallaba en la mayoría de las limitaciones que las personas encuentran para llegar a vivir una vida plena. Esta emoción es el miedo. Hasta ese momento, siempre había considerado como emociones básicas del ser humano a la felicidad, el asco, la sorpresa, la ira, la tristeza o el miedo, como había podido aprender de mis lecturas o en los discursos de mis profesores mientras cursaba mis estudios.


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Sin embargo, determinados momentos vividos mientras cumplía con mi papel de Coach, me han llevado pensar que el conjunto de emociones elementales que son capaces de expresar y sentir las personas, es aún más reducido. Mis reflexiones sobre el tema sitúan a la emoción de la sorpresa como una emoción secundaria, procedente de un mayor o menor grado de felicidad. Lo mismo ocurre, a mi parecer, con las emociones del asco, la ira o la tristeza, las cuáles considero bajo el influjo de una emoción principal: EL MIEDO.


Por lo tanto, mi particular análisis concluye que las emociones que podemos experimentar los seres humanos se reducen a dos emociones básicas: la felicidad o el miedo.


La base de mi planteamiento se encuentra en que son muchas las ocasiones en que los sentimientos que habitualmente relacionamos con la tristeza, como por ejemplo, sentirse atormentado, solitario o vulnerable, tienen un componente común que los genera. Sería complicado entender que una persona pueda experimentar estos sentimientos en ausencia del potente generador que resulta ser el miedo. Por el contrario, el miedo, como emoción básicamente instintiva y primitiva, no depende exclusivamente de lo atormentado, solitario o vulnerable que pueda alguien llegar a estar, para poder ser experimentado.


Si lo analizamos en profundidad, en alguna medida, el miedo se encuentra presente en la repugnancia, la evitación o el rechazo, siendo estas expresiones relacionadas con el asco, así como en los celos, la hostilidad, o la furia, como expresiones que están relacionadas con la ira. Considerando esto, en mi particular búsqueda del sentido de las emociones, solo he logrado encontrar a una emoción negativa que condicione el estado y la calidad de vida de las personas. Esta emoción como he mencionado antes es el MIEDO.


Pueden imaginar ustedes del cambio drástico en cuanto al grado de felicidad que podríamos llegar a alcanzar, si fuésemos capaces de controlar nuestro miedo, considerándolo como la única emoción negativa realmente existente para el ser humano. Como podría ser nuestra vida si el miedo únicamente apareciera en nosotros como emoción cuando le fuese necesario cumplir con su primitivo cometido consistente en salvar nuestra vida. El miedo apenas tendría lugar dentro de nuestras emociones en un mundo como el actual, donde nuestra seguridad se encuentra altamente protegida, por el momento de la historia y la sociedad en la que vivimos.


Hemos de tener en cuenta además, que uno de los motivos de la aparición del miedo en nosotros, es nuestro particular deseo de que las situaciones o eventos futuros se produzcan de una determinada manera. Cuando una persona experimenta miedo, está intentando bloquear la incertidumbre que le provoca no conocer que es lo que en realidad ocurrirá. Desea también y a toda costa, conocer el resultado futuro de una situación para tranquilizarse. Cabe pensar entonces, que si somos capaces de eliminar cualquier tipo de deseo y aceptamos absolutamente la naturaleza de las situaciones que están por llegar, sean cuales sean, aliándonos además con la incertidumbre, el miedo se vería prácticamente anulado.


Aunque la realidad de nuestra práctica sea algo distinta y el miedo, a menudo, es causante de limitaciones autoimpuestas, reductoras de nuestra capacidad de desarrollo personal y profesional, debemos comenzar a ver esta situación desde un paradigma diferente. Es imprescindible convencernos de la necesidad que tenemos de bloquear esta negativa emoción, para que no condicione nuestro futuro como lo viene haciendo hasta ahora.


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Por otro lado, para controlar el miedo cuando este aparece, sería necesario tomar conciencia del instante en que comenzamos a sentir miedo y analizar de inmediato si en realidad, su presencia, en este caso, sería de utilidad para salvarnos el pellejo. Si somos capaces de hacer esta sencilla y rápida reflexión, podremos elegir entre conservar la emoción, si ésta va a librarnos de la muerte inminente o por el contrario, desecharla por el simple hecho de aparecer en un momento poco adecuado e inútil. El tiempo que logremos despojarnos del miedo, quedará automáticamente incorporado al tiempo correspondiente a experimentar tranquilidad, siendo esta última la esencia que permite aflorar la emoción de la felicidad.


En ausencia de miedo al dolor intuido, al futuro inexistente, a la soledad no experimentada, al sufrimiento infundado y a todas esas suposiciones que nos lo provocan, el ser humano se siente feliz. Es por ello por lo que debemos hacer lo posible por no caer víctimas del miedo siempre y cuando no nos corresponda sentirlo. Esto nos ayudará enormemente a tomar el camino deseado, la decisión anhelada e incorporar en nuestras vidas el cambio que necesitamos, para poder alcanzar ese estado de bienestar que tanto nos merecemos.

 
 
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