top of page
Buscar

Nadie nos enseña.

Aprendemos desde muy temprano a resolver problemas, a memorizar fechas, a manejar fórmulas, a seguir instrucciones. Nos forman para aprobar exámenes, para acumular conocimientos, para adaptarnos a un mundo en constante movimiento. Aprendemos a prepararnos para una profesión, a ser productivos, a tener éxito. Y sin embargo, algo esencial parece quedar fuera del camino. Nadie nos enseña a vivir.


ree

La vida va ocurriendo mientras nos entrenamos para ocupar un lugar. Nos llenamos de habilidades, de competencias, de metas… pero muchas veces no sabemos cómo estar con nosotros mismos, cómo sostener una emoción, cómo respirar cuando todo se vuelve incierto. Somos capaces de resolver problemas técnicos complejos, pero no sabemos qué hacer con una tristeza que nos acompaña en silencio, o con una duda que no se disuelve.


En este ritmo que premia lo útil y lo inmediato, dejamos en segundo plano aquello que no se puede medir: la capacidad de estar presentes, de conectarnos con el sentido, de habitar la experiencia humana con más conciencia. Se nos instruye en cómo hacer, pero muy poco en cómo ser.


Aprender a vivir no significa renunciar al conocimiento, sino integrar una dimensión que hemos descuidado. Significa darnos el permiso de mirar hacia dentro sin miedo. Hacer espacio a preguntas que no tienen una única respuesta. ¿Qué me hace bien? ¿Qué quiero cuidar? ¿Qué es verdaderamente importante para mí?


No siempre nos damos tiempo para eso. Seguimos adelante con lo que hay que hacer, con lo que se espera, con lo que hemos aprendido que es lo correcto. Pero a veces, en medio de todo ese hacer, sentimos que algo falta. Un silencio. Una desconexión. Una sensación de estar presentes solo a medias. Y ese malestar no es una señal de debilidad, sino una invitación a reconectar con lo que somos más allá de los roles, los títulos o los objetivos.


Aprender a vivir podría comenzar por aprender a detenerse. No como un lujo, sino como una necesidad. Escuchar lo que está dentro. Estar en paz con no tener todas las respuestas. Mirar el momento presente como suficiente. A veces, eso es más difícil que cualquier examen académico.


También se trata de aprender a convivir con la incertidumbre, con el error, con la contradicción. De aceptar que la vida no es una línea recta ni un proyecto que se ejecuta sin tropiezos. Es un proceso cambiante, lleno de matices. Y cada persona necesita aprender a caminarlo a su manera, con sus tiempos, con sus preguntas, con sus aprendizajes.


ree

Tal vez lo que más nos hace falta no es más información, sino más comprensión. No más contenidos, sino más conciencia. Enseñar a vivir no requiere grandes discursos, sino pequeños gestos cotidianos. Una conversación sincera. Un momento de pausa. Una mirada amable hacia uno mismo. La confianza de que no hay un único camino correcto, pero sí una forma más verdadera de estar en el nuestro.


Cuando hablamos de educación, quizás podríamos recordar que su raíz viene de "sacar hacia afuera", de acompañar el despliegue de lo que ya habita en cada persona. Educar, entonces, no solo debería preparar para el mundo, sino también para estar en el mundo con autenticidad. Y para eso, necesitamos incorporar lo humano, lo emocional, lo esencial.


No es una crítica a lo que sabemos. Es una invitación a no olvidar lo que somos. Porque de poco sirve formar grandes profesionales si no saben cómo acompañarse a sí mismos cuando llegan los días difíciles. Porque ningún éxito externo puede compensar una vida que se siente lejana, impuesta, ajena.


Aprender a vivir es aprender a escucharse, a elegir con intención, a cuidar lo que nos nutre. Es también aprender a estar con los demás sin dejarse de lado. Aprender a soltar lo que pesa y abrazar lo que da sentido.


ree

Tal vez sea hora de abrir espacio en nuestras escuelas, en nuestras familias, en nuestras conversaciones, para esta otra forma de saber. La que no se mide en cifras, pero transforma vidas. La que no busca resultados, sino presencia. La que no grita, pero revela verdades profundas.


Porque la vida no se pospone. No empieza después del trabajo, ni después del éxito, ni después de cumplir con todo. La vida está ocurriendo ahora. Y merece ser vivida con conciencia, con calma, con intención.

 
 
bottom of page